viernes, 5 de octubre de 2012

Búscame

Soy un garabato ilusionado. Un diccionario con las definiciones en blanco. Un pingüino vestido de sport. Un caballero con armadura de cartón.

Soy la sonrisa detrás del maquillaje y la última llave que coges al abrir la puerta.

Soy vitral de catedral profana y esperpento en el funeral del ayer.

Soy pestaña, párpado, iris, pupila... Todo ojos, todo oidos, todo boca, todo piel.

Soy un chiste malo

 que rompe el hielo y el hielo que tapa la llama que hay debajo.

Soy un niño bajando por las escaleras el Dia de Reyes y la sonrisa del anciano que arropa a ese niño.

Búscame en desvencijadas salas de ladrillo azul. Búscame en el cielo de tu idea. En la duda de tu sueño. En un rinconcito escribiendo. Escalando esa nota inalcanzable.

Búscame huyendo de esa foto, saltándome el renglón, llegando tarde al "ya lo se"

Búscame buscándolo

Búscame buscándome

Búscame...

NAIMA



Quiero volver a mirar el mundo como tú lo haces. Y dedicar toda una mañana a analizar un manchurrón en la pared o una piedrecita del suelo o una hoja de un arbol...

Me encanta cómo te sorprende el brillo de la luna o las gotas de lluvia sobre tu cara.

Me emociono cuando me abrazas, cuando me ries, cuando me besas porque siento que en ese momento no existe para tí nada más que eso.

Vives tu momento. Vives el presente como ningún chamán o gurú lo hará nunca. No te pre

ocupas por el pasado o el futuro...esos son inventos de los mayores... Y si lloras es por algo que sucede en ese momento. Y si el dolor cesa, tu llanto cesa... Porque símplemente deja de existir.

Adoro mostrarte canciones y hacerte dibujos y enseñarte palabras nuevas. Sé que para tí son pequeños tesoros que guardarás en un cajoncito de tu memoria y para mí son garabatos de felicidad que hacen brotar sonrisas en mi boca.

Es un orgullo verte crecer, observar cómo avanzas pasito a pasito llenando de alegría a todos cuantos te rodean enseñandonos, sin pretenderlo, lo fácil que puede ser la vida.

Te quiero, me encantas, me emocionas, te adoro, es un orgullo... Naima, mi regalo venido del cielo

¿Y AHORA QUÉ?



Quítate las calderillas del bolsillo, no guardes tesoros debajo del colchón, colorea ese bote de cristal.

Borra el número de tu hada madrina, no comas perdices, ni esperes tu final feliz. VIVE tu comienzo feliz.

Destierra tus “por si acasos”, encierra a tus “y sis”, asesina despiadadamente a tus “pensé ques” .

Rompe las fotos del mañana, no te deleites con las del pasado. Mójate 

los pies en la playa… mójate entero mejor. Mánchate de harina en la cocina. Descojónate delante de un espejo.

Hazlo. Acierta. Equivócate. Aprende.

Escribe un libro y luego bórralo, pinta un cuadro y regálalo, compón una sinfonía en do mayor para viento y cuerda y luego… tírala.

No vayas más allá de un latido, ni retrocedas más de un pestañeo. Vive en tu respiración.

Escúchate en silencio, ama sin vueltas, vive sin mañana porque el mañana es incierto, porque el ayer no existe, porque Tú eres Tu Ahora.

El palacio de cristal

EL PALACIO DE CRISTAL


Había una vez un palacio de cristal que se erigía imponente, majestuoso, perfecto sobre la loma de una montaña. Como cada mañana, el sol empezó a deslizar sus rayos plácidamente sobre los muros de aquel palacio.



Pero pasó algo que parecía increíble. Uno de esos rayos empezó a calentar más de la cuenta y las paredes del castillo empezaron a rezumar agua. Los habitantes de aquella maravillosa construcción no daban crédito. ¡Ese peculiar rayo de sol lo estaba fundiendo todo! Fue entonces cuando los aldeanos se dieron cuenta de la fragilidad del sitio donde vivían... aquel palacio no era de cristal, sino de hielo.
Las estructuras del edificio se derretían y la gente empezó a gritar y a correr en todas direcciones. El palacio de cristal empezaba a consumirse y a convertirse en agua y el miedo hizo que los habitantes de aquel lugar huyeran muy lejos.



Tan solo uno se quedó a observar cómo aquel que un día fue su hogar quedaba reducido a agua y vapor.
Aquel muchacho que permaneció donde hace tan solo un día se elevaba la mayor de las creaciones arquitectónicas empezó a pasear sobre aquella tierra húmeda.



Un brillo en el suelo provocado por aquel rayo de sol que deshizo todo, hizo que se detuviese a observar qué era. Se agachó y encontró una esfera, una bola cristalina de la que emanaba una luz suave y cálida. La visión de aquel objeto, de aquella luz, hizo que los ojos de aquel chico comenzaran a llorar y que su boca se transformara en una sonrisa. Y entonces, aquel joven, despojado de sus bienes, de su hogar, de todo lo que conocía y quería... fue feliz.